Parte de esa extensa cadena de montes y planicies submarinas denominada Cordillera de Salas,
Gómez y Nasca, que termina frente a las costas peruanas, espera convertirse este año en área
protegida. Lo merece: guarda grandes tesoros de biodiversidad y secretos impredecibles sobre los
fondos oceánicos
Una tortuga cabezona nada en la inmensidad del Océano Pacífico. Según la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza, está en alto peligro de extinción.
RAMIRO ESCOBAR LA CRUZ
Lima - 26 ENE 2021 -
La mar no estaba serena, pero a las 2 horas y 30 minutos de la tarde del 22 de marzo de 2020, el
capitán de navío Rafael Benavente sintió otro sobresalto. Estaba en la cabina de mando del Buque
Armada Peruana (BAP) Carrasco, una embarcación oceanográfica construida en el 2014 por la
empresa Freire Shipyard del puerto de Vigo, cuando escuchó un mensaje con aire de ¡Eureka!

― ¡Acá está, es la cordillera! ― le avisaron unos tripulantes desde la parte baja de la nave.

Benavente bajó inmediatamente a la zona donde están los equipos científicos del barco y apreció en
una pantalla el sorprendente perfil del subsuelo marino. Subía y bajaba desde más de 3.000 metros
de profundidad y se elevaba hasta más de 1.800 metros dentro del agua, como si fuera una porción
de la Cordillera de los Andes clavada en las profundidades más oscuras del mar.
Los montes sumergidos
“Nos sentimos satisfechos y hubo abrazos”, cuenta con emoción este oficial de la Marina de Guerra
del Perú que comanda el Carrasco. Venían de una misión en la Antártida con varios oficiales y
científicos más, y se habían organizado para, al llegar frente a las costas sureñas de Paracas (unos
260 kilómetros al sur de Lima), soltar una ecosonda y explorar los fondos marinos.

No es que esta cordillera profunda fuera absolutamente desconocida. Se sabe de su existencia desde
hace algunos años, al punto que en 2010, Chile creó en el extremo opuesto de ella, cerca de la isla
de Pascua y donde los montes marinos sí salen del mar, un área protegida de 150.000 kilómetros
cuadrados, denominada Parque Marino Motu Motiro Hiva o PM Salas y Gómez.

El asunto es que, desde esas lejanías ubicadas a 3.500 kilómetros del litoral chileno, hasta la zona
ubicada frente a Paracas, que es más bien denominada Dorsal de Nasca, hay 2.900 kilómetros de
montes sumergidos que apenas han revelado sus secretos. “Allí puede estar el origen de la vida”,
dice Héctor Soldi, exdirector del Instituto del Mar del Perú (IMARPE).

Esa extensa cadena de montes y planicies submarinas, denominada Cordillera de Salas, Gómez y
Nasca, incluye conos al parecer volcánicos, cuya actividad es desconocida, así como cañones
submarinos, donde podrían existir peces abisales no registrados o especies asociadas a emanaciones
de gases de sulfuro. “No sabemos qué hay en esas profundidades”, agrega Soldi.

Lo que sí se sabe es que hay millones de bacterias que procesan lo que cae de la lejana superficie
hacia abajo (un pez muerto, por ejemplo) y permitir que haya afloramientos de nutrientes hacia las
aguas de más arriba, donde circulan 12 especies comestibles. Entre ellas, el jurel (Trachurus
murphyi), la caballa (Scomber japonicus) o el bonito (Sarda chilensis chilensis).

También navegan por esos lares tres especies de atún (de cola amarilla, de ojo grande, barrilete);
tres de tiburón (azul, diamante, martillo); 14 especies de cetáceos, entre ellas la ballena azul
(Balaenoptera musculus), la orca (Orcinus orca) y el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus); así
como dos tipos de reptiles, incluyendo a la tortuga cabezona (Caretta caretta).

En la Dorsal de Nasca hay un registro de 1.116 especies de fauna marina, lo que la convierte en un
punto caliente por su alta biodiversidad
De momento, según un informe del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado
(SERNANP), en la Dorsal de Nasca hay un registro de 1.116 especies de fauna marina, lo que la
convierte en un punto caliente por su alta biodiversidad. Es más: tiene un nivel de endemismo
biológico de los más altos del planeta, sobre todo en peces e invertebrados.

La vida que emerge de los océanos
Todo eso que está arriba, al alcance de la actividad humana y en la parte fótica (donde llega la luz del
sol), tiene que ver con los misteriosos montes sumergidos. “Allí, entre los montes y cañones
submarinos, hay microhábitats”, explica Patricia Majluf, bióloga marina y vicepresidenta de Oceana
Perú, una organización internacional dedicada justamente a conservar los océanos.

El intercambio entre las aguas profundas, las aguas medias y las aguas superficiales es clave para la
profusa biodiversidad de esta región marina se mantenga. No se sabe incluso qué hay exactamente
más abajo, pues de acuerdo al documento de SERNANP solo entre 0,4 y el 4% de las especies que
viven en los montes submarinos de todo el mundo “han sido muestreadas con fines científicos”.

De allí que se haya tornado fundamental crear la Reserva Nacional Dorsal de Nasca, la primera área
protegida exclusivamente marina del Perú, en donde se permitiría la explotación de recursos de
forma sostenible. Tendría una superficie de casi 63.400 kilómetros cuadrados, ubicados bajo el mar y
sobre los montes submarinos, y a 105,5 kilómetros de la costa, frente a la localidad de Paracas.

Si se aprueba ―el gobierno peruano la ha anunciado para este año―, las áreas marinas protegidas
del Perú saltarían de un 0,48% a un 7,6% del territorio nacional. No sería mucho (Brasil tiene 26,6% y
Chile 42%), aunque se aproximaría al 10% acordado en la meta 11 del Convenio de Diversidad
Biológica (CDB), que debería haberse alcanzado en el 2020.

Esto se entronca, además, con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14, que insta a “conservar
y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo
sostenible”. Esto último debería ocurrir el 2030, de modo que estaríamos al inicio de una década
crucial para la conservación del mar peruano y de otros mares del mundo.

La Dorsal de Nasca es el extremo noreste de la Cordillera de Salas, Gómez y Nasca. Según el
expediente técnico que sustenta la creación de la reserva, tiene una antigüedad de 45 millones de
años y sus montes submarinos se encuentran a partir de los 1.500 hasta los 4.000 metros de
profundidad. Normalmente, visualizamos eso en la superficie terrestre, no en el fondo del mar. Sin
embargo, existe.

De acuerdo de la bióloga marina Susana Cárdenas, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, se
estima que en todos los océanos existen “alrededor de un millón de montes mayores de 100
metros”. Tienen la particularidad de inducir corrientes, lo que favorece el afloramiento y la
biodiversidad, y asimismo son fuente de señales para la migración de peces, aves, cetáceos,
cefalópodos, tortugas.

Ojos abajo
En rigor, los océanos son misteriosos, aún inexplorados, pero se pueden avistar parcialmente desde
embarcaciones como el BAP Carrasco o desde un submarino. Este buque, como explica con detalle el
capitán Benavente, tiene equipos para hacerlo, entre ellos una ecosonda multi-haz, que permite
explorar el fondo en varios sectores del fondo marino, no únicamente en un punto.

“Esto permite reportar la profundidad del mar en un área más grande”, apunta Soldi, quien tiene
vasta experiencia en la aplicación de la batimetría, que es el método que hace posible conocer esas
profundidades, aunque no puedan literalmente tocarse. Eso fue lo que soltó el BAP Carrasco cuando
se plantó a unos 100 kilómetros de la costa peruana, frente a Paracas.

El mar peruano es uno de los más productivos del mundo, a pesar de que solo significa el 0,1% de la
superficie marina del planeta
Tal incursión permitió avistar el mágico fondo de la cordillera submarina. Y también hizo posible que,
en un momento cumbre de la incursión, se soltara una roseta oceanográfica, consistente en varias
botellas de plástico especial que recogen lo que hay en los distintos niveles del agua. Ellas miden la
conductividad, la salinidad y otros parámetros importantes.

Las muestras han sido enviadas al Instituto del Mar Peruano (IMARPE), para que haga un riguroso
análisis y luego de eso se determine a partir de qué profundidad comenzará el área protegida
submarina, un asunto insólito e inédito en el Perú, donde la mayoría de áreas protegidas son
terrestres. De allí que la decisión sea clave para conservar esta porción de océano.

Se puede hacer desde los 800 metros para abajo, pero como explica Soldi hay algunas especies que
viven en un rango más amplio y todavía más abajo. Un caso es el del bacalao de profundidad
(Dissostichus eleginoides), que puede circular desde los 800 hasta los 2.500 metros de profundidad.
¿Qué pasa si a esta especie se le rompe el ciclo biológico?

El mar peruano, de acuerdo con Oceana, es uno de los más productivos del mundo, a pesar de que
solo significa el 0,1% de la superficie marina del planeta. Si la flota pesquera que trabaja por la zona
intensifica su actividad podría afectar a la nueva área protegida y todo ese dispendioso ecosistema
oceánico, donde las corrientes, los peces o el plancton fluyen sin cesar.

Por añadidura, parte de la fauna existente en la Dorsal de Nasca está amenazada, de acuerdo a las
categorías establecidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La
ballena azul y el albatros de las antípodas (Diomedea antipodensis) están “en peligro”, lo que
significa que enfrentan un riesgo de extinción “muy alto”.

La vida y los océanos
Otros ocho animales ―entre ellos el cachalote, el albatros errante, la tortuga cabezona― están en
situación “vulnerable”, es decir ante un peligro “alto” de extinguirse. Son en total 30 las especies de
esta zona las que deben ser protegidas, porque están en tales categorías o en otras (“casi
amenazada”, “datos insuficientes”, “preocupación menor”) y no pueden desaparecer.

¿Le importa todo esto a la especie humana? En medio de una pandemia que no se detiene, o de
preocupaciones financieras y crisis políticas, podría pensarse que es algo secundario. Pero no crear
esta nueva área protegida en el Perú, y otras que protejan otros fondos marinos, sería como
renunciar a alentar el flujo de la vida misma, que precisamente comenzó allá abajo.

(fotoleyenda)
Una tortuga cabezona nada en la inmensidad del Océano Pacífico. Según la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza, está en alto peligro de extinción.CARLOS MINGUELL
(OCEANA)
(fotoleyenda)

Un ejemplar de ballena jorobada emergiendo majestuosamente del agua. Abajo, en las
profundidades, está la Cordillera Submarina de Salas, Gómez y Nasca. GUDKOV ANDREY (
SHUTTERSTOCK)

Posted 
 in 
Medio Ambiente
 category